Luego vino Diego, que es raro de explicar. Recuerdo cuando lo conocí en una discoteca, me dijo que me conocía de algún lado y yo le seguí la corriente porque lo vi simpático y pensé en hacerme su pata. Estuvimos bailando un buen rato, hasta que de la nada se acerca una chica con un vaso de hielos y pasaba a cada rato y nos quedaba mirando, después de unos 10 minutos volvió con el vaso lleno de whisky en las rocas y me lo tiró en la cara, yo me quedé idiota, no sabía a dónde meterme y le tiró una cachetada a Diego.
- Es tu flaca?- dije mirándolo seriamente, mientras me limpiaba la cara.
- No ya no estoy con ella pero siempre me jode, así son todas, están locas y más si se trata de mí, tu sabes con esta pepita nadie se resiste.
- Ya pues, no te creas tanto já! Mejor me quito alucina, no quiero roches.
- No Romina, yo quiero seguir bailando contigo.
- Sigue queriendo pues- le sonreí y seguí bailando con él.
El siempre me decía para salir pero siempre lo cancelaba porque yo estaba en lo mío, con mis amigos, con mis amigas, saliendo y tomando con ellos. Siempre se quejaba de que no le daba bola y que “el estaba bien rico y nadie lo rechazaba”. Un día que estaba extremadamente aburrida le atraqué.
- Dieguito se te hizo!, puedes festejar.
- Romina, ese milagro que me llamas
- No te emociones mi amor, es que necesito que me hagas la taba a Miraflores un toque.
- Por supuesto que sí señorita, como usted diga- dijo sonriendo.
- Buen chico- dije como si estuviera hablándole a un perrito.
- ¿Dónde? ¿Cuándo? Usted dirá, serás mi patrona por un día.
- ¿Y por el resto de la vida?
- También.
- A las 7pm ven a mi casa.
- Listo 6.58 estaré ahí.
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